nunca hablé con mi mamá de sexo.
digamos, si. lo hablabamos biológicamente (tenía madre progre y médica, imaginense que sabía todo acerca de los cuidados básicos a la hora de tener sexo y todas las enfermedades que podía acarrearme. quedar embarazada no es nada belén, el problema son las otras cosas, repetía como un mantra).
pero bueno, nunca hablé de sexo en si. de tener sexo yo, digamos. era como el tema vedado en casa: si te gustaba alguien, si salías con alguien, si querías a alguien, si tenías sexo con alguien. ella nunca te contaba tampoco, y menos que menos me preguntaba. por eso siempre me llamó la atención esas madres que molestan a sus hijas preguntándoles si tienen novios o (el horror) las hijas que les cuentan a las madres su primera vez, temas inexistentes en casa.
cuestión que yo tuve mi primera vez y no se enteró nadie (bha, si, un par de amigas, pero nada más).
un tiempo después empecé a estar con el que sería mi primer ex.
venia a casa asiduamente, mi vieja lo conocía, pero no tenía mayor status que los tantos amigos que solían rondarme.
mi mamá trabajaba mucho. tenía dos laburos, y solía venir a casa un ratito a tirarse a dormir una siesta y tomar unos mates conmigo. eran los únicos momentos en que nos veíamos. la tradición dictaba que cuando ella se levantaba de la siesta, venía a mi cuarto y me preguntaba si merendabamos juntas. la respuesta era siempre si, pero ella siempre venía y preguntaba.
una de esas tardes vino mi ex cuando mi vieja ya estaba dormida. estábamos recíen iniciandonos en esto de compartir momentos íntimos con el otro, y era todo emocionante y nuevo. no se cómo, nos empezamos a besar y terminamos en mi cama. despacio, me sacó la remera y me empezó a acariciar la espalda, que es uno de mis puntos débiles. así, perdí toda conciencia de todo (sobre todo, de que estaba la puerta abierta). en eso estabamos (recién, por suerte) cuando de pronto escucho a mi vieja en la puerta de la habitación:
venís a meren...
levanté la vista y me la encontré en la puerta mirándome estupefacta. fueron tres segundos de silencio sepulcral, luego del cual mamá se dio media vuelta y se fue. colorada hasta la punta del dedo gordo del pie, me puse la remera y miré a mi ex, que solamente quería desaparecer. tras unos minutos de silencio, escuchamos gritar a mi vieja desde el comedor: voy a tomar unos mates. hago tostadas si quieren.
nos arreglamos como pudimos, salimos de la habitación y nos sentamos a tomar mates con mi vieja. ella se dedicó a contarnos sobre su día en el hospital como si fuese una situación totalmente cotidiana en nuestra existencia. nunca se habló del tema. mi ex quedó incorporado instantáneamente al encuadre de mi madre.
mi vieja quiso bastante a mi ex, fue el único tipo que me conoció. nunca hablamos demasiado de mi relación con él, no era nuestro estilo. sin embargo, en ocasión de un momento en que estuvimos separadas por unos meses ella me mandó una carta (esa carta es una de mis cosas preferidas en el mundo). ahí, sorpresivamente y en realidad a cuenta de nada, el tema principal fue eso que nunca hablamos personalmente: mirá que yo lo quiero, ¿eh?. pero los veo juntos y no te veo brillar. podés ser mucho más feliz que esto, pero se que sos chica para entender y a veces lo conocido es confortable. el primer amor es solo eso, el primer amor. no tiene nada de especial. es solo la preparación para algo mejor. vas a ver, belén. yo solo quiero que cuando te des cuenta no tengas miedo de soltarte de la comodidad, no tengas temor a empezar de nuevo.
lo que más me entristeció de cortar con mi primer ex (y pensándolo ahora, retrospectivamente, es bastante deprimente que sea eso lo que más me angustiase de terminar la relación y no algo relacionado con lo que me perdía por no estar más con él) fue que los que viniesen después no iban a haber conocido a mi vieja, y eso me parecía, me parece aún hoy, un absurdo. inés suele decir que mi incapacidad de mantener una relación con alguien está fuertemente determinada por esta tara ridícula. si mi mamá no me ve, si mi mamá no me aprueba, entonces no existe, no es, no tiene entidad, no puede ser. madurar, belén, suele decir inés, es dejar de esperar la aprobación de alguien que ya no está, que ya no es, que ya no existe.
yo vivo bajo la idea de que mi mamá solía tener razón, siempre. mi ex era solo eso, una zona confortable que no fue suficiente para hacerme feliz. ella se dio cuenta tres años antes que yo.
ojalá también tenga razón en eso otro de que lo que viene solo puede ser mejor.
digamos, si. lo hablabamos biológicamente (tenía madre progre y médica, imaginense que sabía todo acerca de los cuidados básicos a la hora de tener sexo y todas las enfermedades que podía acarrearme. quedar embarazada no es nada belén, el problema son las otras cosas, repetía como un mantra).
pero bueno, nunca hablé de sexo en si. de tener sexo yo, digamos. era como el tema vedado en casa: si te gustaba alguien, si salías con alguien, si querías a alguien, si tenías sexo con alguien. ella nunca te contaba tampoco, y menos que menos me preguntaba. por eso siempre me llamó la atención esas madres que molestan a sus hijas preguntándoles si tienen novios o (el horror) las hijas que les cuentan a las madres su primera vez, temas inexistentes en casa.
cuestión que yo tuve mi primera vez y no se enteró nadie (bha, si, un par de amigas, pero nada más).
un tiempo después empecé a estar con el que sería mi primer ex.
venia a casa asiduamente, mi vieja lo conocía, pero no tenía mayor status que los tantos amigos que solían rondarme.
mi mamá trabajaba mucho. tenía dos laburos, y solía venir a casa un ratito a tirarse a dormir una siesta y tomar unos mates conmigo. eran los únicos momentos en que nos veíamos. la tradición dictaba que cuando ella se levantaba de la siesta, venía a mi cuarto y me preguntaba si merendabamos juntas. la respuesta era siempre si, pero ella siempre venía y preguntaba.
una de esas tardes vino mi ex cuando mi vieja ya estaba dormida. estábamos recíen iniciandonos en esto de compartir momentos íntimos con el otro, y era todo emocionante y nuevo. no se cómo, nos empezamos a besar y terminamos en mi cama. despacio, me sacó la remera y me empezó a acariciar la espalda, que es uno de mis puntos débiles. así, perdí toda conciencia de todo (sobre todo, de que estaba la puerta abierta). en eso estabamos (recién, por suerte) cuando de pronto escucho a mi vieja en la puerta de la habitación:
venís a meren...
levanté la vista y me la encontré en la puerta mirándome estupefacta. fueron tres segundos de silencio sepulcral, luego del cual mamá se dio media vuelta y se fue. colorada hasta la punta del dedo gordo del pie, me puse la remera y miré a mi ex, que solamente quería desaparecer. tras unos minutos de silencio, escuchamos gritar a mi vieja desde el comedor: voy a tomar unos mates. hago tostadas si quieren.
nos arreglamos como pudimos, salimos de la habitación y nos sentamos a tomar mates con mi vieja. ella se dedicó a contarnos sobre su día en el hospital como si fuese una situación totalmente cotidiana en nuestra existencia. nunca se habló del tema. mi ex quedó incorporado instantáneamente al encuadre de mi madre.
mi vieja quiso bastante a mi ex, fue el único tipo que me conoció. nunca hablamos demasiado de mi relación con él, no era nuestro estilo. sin embargo, en ocasión de un momento en que estuvimos separadas por unos meses ella me mandó una carta (esa carta es una de mis cosas preferidas en el mundo). ahí, sorpresivamente y en realidad a cuenta de nada, el tema principal fue eso que nunca hablamos personalmente: mirá que yo lo quiero, ¿eh?. pero los veo juntos y no te veo brillar. podés ser mucho más feliz que esto, pero se que sos chica para entender y a veces lo conocido es confortable. el primer amor es solo eso, el primer amor. no tiene nada de especial. es solo la preparación para algo mejor. vas a ver, belén. yo solo quiero que cuando te des cuenta no tengas miedo de soltarte de la comodidad, no tengas temor a empezar de nuevo.
lo que más me entristeció de cortar con mi primer ex (y pensándolo ahora, retrospectivamente, es bastante deprimente que sea eso lo que más me angustiase de terminar la relación y no algo relacionado con lo que me perdía por no estar más con él) fue que los que viniesen después no iban a haber conocido a mi vieja, y eso me parecía, me parece aún hoy, un absurdo. inés suele decir que mi incapacidad de mantener una relación con alguien está fuertemente determinada por esta tara ridícula. si mi mamá no me ve, si mi mamá no me aprueba, entonces no existe, no es, no tiene entidad, no puede ser. madurar, belén, suele decir inés, es dejar de esperar la aprobación de alguien que ya no está, que ya no es, que ya no existe.
yo vivo bajo la idea de que mi mamá solía tener razón, siempre. mi ex era solo eso, una zona confortable que no fue suficiente para hacerme feliz. ella se dio cuenta tres años antes que yo.
ojalá también tenga razón en eso otro de que lo que viene solo puede ser mejor.
una vez me paso parecido. pero gracias al cielo mi vieja es como el tiranosuario rex de jurasic park y solo ve el movimiento.
ResponderEliminarbrian.
¡Qué lindo el fragmento de la carta que te escribió! Hay que desear un amor que nos haga brillar.
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