cuando mi mamá se enfermó, lo primero que hizo fue dividir nuestra casa de madryn.
era una casita chiquita, en la mitad de un terreno, prefabricada. mi padre siempre decía que era una casa de mierda, que no valía nada, que no entendía como no se había volado.
hace 20 años que está de pie.
cuando mi vieja se enfermó yo recién me había ido a estudiar a bsas. ella tuvo que pedirse una licencia sin goce de haberes y venirse a vivir al monoambiente que alquilabamos en primera junta, conmigo. decidió entonces que ibamos a dividir la casa de madryn en dos. una habitación, el comedor-cocina y baño, que era la casa inicial, por un lado. cuando yo tenía 14 años mi vieja pudo ahorrar lo suficiente para incorporar una habitación más, un pequeño lavadero, un baño aún más diminuto y un pequeño living a la casa original. esa ampliación sería la otra casa.
frente a la mirada incrédula de gasistas y albañiles consiguió meter una cocina en un lavadero diminuto, una mesada y una heladera.
transformó una casa, en dos.
la casa original se alquiló. la otra casa quedaría para nosotras si queríamos volver a madryn. para mi, en realidad. mi vieja intuía que ya no iba a volver, solo que yo en ese momento no lo sabía.
hubo entonces que hacer algo para poder entrar en la casa de al lado, que no tenía mas de 20 m2; la misma medida que tenía el monoambiente que ocupamos con mi vieja en capital durante un año y medio.
recuerdo a mi mamá bajando cajas, sacando muebles a la calle, embalando ropa, pero, sobre todo, deshaciendose de cosas.
creo que lo conté, alguna vez, acá. uno de esos días de vacaciones de invierno me la encontré subida a una silla vaciando un armario. habia dos pilas, una enorme de cosas para tirar, otra de cosas para regalar y otra casi inexistente de cosas para guardar.
me acerqué empujando una caja que había terminado de embalar y me puse a mirar en la pila para tirar. de pronto observé que en ella estaban, apaciblemente derruídos, mis cuadernos de primaria.
me agaché al lado de la pila e identifiqué mi cuaderno de primer grado. era gordo, de esos cuadernos rivadavia que traían mas de 200 hojas, y estaba forrado con la bella y la bestia. lo abrí y me encontré con mis primeras letras, amontonadas, y muchos colores.
desde la silla mi vieja seguía tirando cosas a sus pilas respectivas.
me acuerdo que me enojé un poco. me paré y le dije, cuasi indignada:
- mamá, estos son mis cuadernos de cuando era chica.
mamá: si, esos los tiramos, junto con la ropa que te tejió tu abuela que era una cagada, me da cosa regalarsela a alguien no sirve para nada, siempre tejió para el orto tu abuela, no se para que la guardé la verdad.
- pero mamá, son mis cuadernos de primaria, como los vas a tirar.
mamá: belén, no jodas. ¿para que mierda los querés? no sirven para nada, nunca más en tu vida los vas a mirar, no hay que acumular mugre al pedo.
- no es mugre mamá, es mi historia. ¿dónde tenés el corazón? ¿soy adoptada?
recuerdo que me miró, desde la escalera, y sonrió ante mis reclamos.
bajó con tres saltitos y me abrazó fuerte.
- este momento es tu historia, las cosas no. todo lo que vos puedas atesorar en tu cabeza, es tu pasado. si algo se, es que para poder caminar ligera por la vida tenés que andar liviana. las cosas son cosas, belén. no son nada. para poder caminar a buen paso hacia el futuro tenés que poder desprenderte de la mayoría de ellas, sino te atascás.
cuando murió mi vieja, lo primero que hice al volver a mi casa fue juntar sus pocas cosas en tres cajas. tres cajas fueron suficientes para contener 49 años de la vida de mi mamá. recuerdo que las cerré ante la miradas extrañadas de mi novio de aquella época y mi padre, que insistían en que no era necesario que regalara sus cosas, que no ocupaban espacio.
me quedé con 6 cartas que me escribió en esos únicos 6 meses que estuvimos separadas cuando me vine a estudiar; son hoy mis cosas más favoritas en el planeta tierra. me quedé con las pocas fotos que tenía de ella de niña. y con tres libros: el último que había leído, sin terminar, con un señalador marcando la última página que había abierto; su libro favorito en el mundo y uno muy viejo que le había regalado de chica su papá; nada más. todo el resto cabió en esas tres cajas.
tres cajas para 49 años. tres.
mi vieja no era de mucho hablar, ni de aleccionar. era más bien callada, dura, muy estricta. tuvo una vida complicada y jamás se quejó. mi vieja y yo eramos muy distintas.
creo que el no guardar fue una de las cosas mas importantes que me enseñó. "si algo en un año no lo usaste nunca, regalalo, no lo vas a volver a usar y seguro que otro lo necesita", repetía como mantra.
con el tiempo me fui dando cuenta de que no guardar no solo se aplicaba a cosas, sino también a personas.
a veces uno se aferra a gente, a amigos, a ex, a familiares, a conocidos o compañeros. gente que no aporta, que nos hace mal, que se vuelve una carga para nosotros.
vamos por la vida no solo pesados por las cosas que atesoramos, sino por la gente a la cual nos negamos a soltar. gente que ya nada tienen que ver con nosotros. que participaron en un momento particular de nuestra historia, que tuvieron alguna función, o no, que tal vez fueron anécdotas efímeras, y que tenemos que permitirnos dejar. gente que nos engancha en el mismo lugar y no nos permite avanzar, agujereandonos un poco más, aplastándonos con su peso.
vamos cargados de cosas, cargados de gente.
para avanzar hay que andar liviano, repetía mi vieja a quién quisiese oírla; sino te quedás siempre en el mismo lugar.
Te iba a comentar sobre el coraje de tu mamá, pero eso ya lo sabés. En cambio, lo que te voy a decir, me lo vas a entender:
ResponderEliminar"¡¡Y vos me decís hippie a mí!!".
Hablando en serio, me parece que Madryn te pone muy melancólica. Algún día, algún año, tendrás que alivianarte también de eso.
PD: mi madre no mostró el menor interés en guardar mis cuadernos pero un día su hermana menor me mostró una copia de una composición infantil mía, que incluía dibujos y poemas (casi como un post de blog). Ante mi asombro me dijo: "¿y quién te creés que me trajo el cuaderno para que lo viera?". Y yo jamás pude escuchar una palabra de orgullo de su boca. ¿Dureza o vergüenza de mostrarse emocionada?
Me quedo mucho con :
ResponderEliminareste momento es tu historia, las cosas no. todo lo que vos puedas atesorar en tu cabeza, es tu pasado.
para avanzar hay que andar liviano sino te quedás siempre en el mismo lugar.
Tu vieja tiene razon y tu lógica tmb, creo que cargamos con muchas personas y tmb con "recuerdos materiales" de ellos y asi nunca nos liberamos.
Es algo que creo que debo imprementar,me viene justo para esta etaapa de mi vida!
besos
genial, una bofetada a mi vida fue este post, cuanta razón tenia tu mama
ResponderEliminarNo me gusta la extrapolación, las personas no son objetos. Se puede avanzar en conjunto también.
ResponderEliminarNo niego que ciertas personas sean dignas de mandar a la mierda.
Las mudanzas frecuentes y el bolsillo ajustado son garantía de aprendizaje
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