hoy a la mañana me desperté malhumorada (cuando no) a las 8 de la mañana porque me había olvidado de cerrar las persianas y un rayo de luz hizo entrada triunfal contra mi jeta.
me di vuelta, pero ya estaba hecho. desde que me levanto a las 6 am los días de semana, los findes no puedo despertarme más tarde que las 8.30, mi vida es un horror.
caminé por el piso descalza y tuve un escalofrío. había llegado el invierno, parecía ser.
me hice unos mates y me senté a leer un libro que tengo que terminar urgente(mente). pero mi mente vagaba por otros lares. de pronto decidí que era un buen momento para ir, finalmente y después de dos años de decir que iría y dar vueltas al respecto, a av. avellaneda a comprarme ropa barata.
odio comprar, odio ir de shopping, odio que haya tres millones de personas, odio a las minas de compras (dios mio flaca, podés ser TAN pelotuda), odio a las vendedoras, odio los probadores, odio sentirme una gorda chancha que los pantalones me aprietan, odio a las modelitas flacas y rubias que se prueban al lado mio, odio todo y más del folcklore de salir de compras, me angustia de solo pensarlo.
pero con esto de que ahora trabajo tantas horas, y en tantos lados, me di cuenta de que no dá ir desarreglada... en realidad, tengo dos mudas de ropa mas o menos decentes, que me las pongo un lunes, las lavo el martes y me las vuelvo a poner un miércoles (de hecho, un alumnito de 1º me preguntó por qué iba siempre a dar clase con la misma remera. le contesté que porque era pobre re pobre y era la única que tenía, pá que aprenda, no sabía donde meterse). si bien la situación en su momento me dio gracia, se ve que me quedó dando vueltas porque hoy, sábado, a las 9 hs me decidí. iría finalmente a avellaneda, daría lo mejor de mi y saldría victoriosa.
me puse una babucha de algodón, me até el pelo y partí. llegando a acoyte y avellaneda vi venir al 172.
y ahí empezó todo.
corrí una cuadra con pocas esperanzas de aclanzarlo, pero el colectivero me esperó.
subí, bastante contenta. me pone de buen humor llegar a la parada y agarrar al bondi sin esperar, más cuando es una gentileza del chófer .. además amo los colectivos en buenos aires, soy una fundamentalista del bondi (los subtes me parecen tan impersonales, el colectivo tiene una mística distinta). más los findes, temprano, que no viaja casi nadie.
intentando cambiar el aire por la corridita, me puse a revolver la cartera buscando la sube. miré al colectivero y le agradecí que me hubiese esperado. me devolvió la sonrisa, y me dijo que no era nada, petisa, que estaba todo bien, que busque tranquila. lo volví a mirar un poco extrañada con la excesiva amabilidad. tendría unos treinta largos, pelo negro, bien cortito. lindo tipo, una camisa a rayas medio abierta y una corbata azul desanudada (como me gustan las corbatas desanudadas). cuando encontré la sube, le indiqué que iba hasta nazca. pagué el pasaje y me senté en la primer fila de asientos dobles que miran hacia adelante, contra una ventana. miré para adelante y vi que, mientras esperaba que el semáforo se pusiese en verde, me miraba por el espejo retrovisor. si hubiese planeado un asiento mejor para quedar en su rango de visión no lo hubiese hecho mejor. me puse colorada y aparté la vista. ¿qué miraba ese tipo? encima yo era una mugre, vestida "de algodón" y con todo el delineado corrido porque ni la cara me había lavado. me puse los auriculares intentando hacerme la desentendida, pero estaba incómoda. en cada semáforo levantaba la vista y lo veía mirándome me solté el pelo y me lo empecé a tocar, como una idiota. es lo único que se me ocurre para hacerme la linda, ya ven. me acomodé el flequillo y me arreglé la remera al escote. de pronto de los nervios me sentí un toque ahogada, además detesto viajar con las ventanillas cerradas, aunque sea invierno. intenté abrirla, pero no solo no pude, sino que me hice mierda el dedo, muy sexy todo. mientras me metía el dedo en la boca para que pare de sangrar levanté la vista apurada, a ver si me había visto, pero miraba concentrado el tráfico. si soy pelotuda, que no se note, pensé. sin embargo, en el posterior semáforo en rojo, el tipo frenó el colectivo, se bajó de su asiento y vino hasta donde estaba sentada.
yo, con los ojos como platos, me aterre; ¿qué hacía este tipo? ¿para que venía hacia mi? todos los pasajeros miraban la escena expectantes. dijo algo, que no escuché, porque estaba con los auriculares, y me abrió la ventana. volvió a decir algo, que tampoco escuché, y lo vi que se reía. mi respuesta fue: si si si gracias (y esperé que no fuese una pregunta), y le sonreí. el también sonrió y volvió a su asiento.
no se si fue porque fue un gesto tan lindo y amable en una ciudad tan grande y desatenta como capital, o qué, pero me sentí de pronto feliz. mientras el frescor invernal entraba por la ventana, lo seguí mirando todo el viaje. en todos los semáforos el tipo me volvía a mirar y me sonreía.
en avellaneda y nazca toqué el timbre para bajarme. lo saludé con la mano y el me hizo una pequeña reverencia con la cabeza. me bajé enamorada, enamoradísima. me encanta enamorarme de lo que no puede ser.
en avellaneda habré estado dos horas. ni el gentío, ni las minas histéricas por comprar que te empujaban, ni las vendedoras mala onda pudieron contra mi felicidad. a todos les sonreía, a todos les agradecía, y a pesar de que estuve una hora caminando sin encontrar nada (digo, nada barato y que no hubiese cola de tres millones de personas para comprarlo) mi animo no decayó. finalmente encontré un lugar (proverbio se llama chicas, para las que son ratonas berretas clásicas como yo) con remeritas normalitas a 20 pé, poleritas de lycra de todos los colores a 30 pe y sweeters de hilo a 50 pe. me gasté 500 pesos feliz y pensé que hasta dentro de 4 años no tenía que hacer más compras. cuando salí, vi en el local de al lado una camperita con lentejuelas negras que en un rapto de caprichismo agudo también me compré, junto con un vestidito negro de algodón que estaba de oferta y una remera con brillitos (si, últimamente estoy muy lentejuelas, bien grassa, me encanta).
feliz de la vida, imaginándome toda vestida con brillos, caminé hasta la parada del 172 que está sobre la misma avellaneda. de fondo, este temón (miren el vídeo por favor, es la cosa mas bizarra que vi en mucho tiempo):
en eso estaba, cantando quiero vivir a mi maneeeeeeeraaaaa uouoooooo
cuando ví venir al 172; dos colectivos al hilo, era mi día de suerte, definitivamente. me subí con un saltito mientras tarareaba el estribillo, con la sube en la mano.
¿cuantas probabilidades hay de volver a encontrarme con el MISMO chófer en el MISMO recorrido en CAPITAL FEDERAL en el MISMO DÍA?. cero, none, niente, never, nada, no, not, nou, jamás. pero ahí estaba.
mi sorpresa se reflejó en la de él cuando me vío. medio me reí.
el también me sonrió.- ¿vos otra vez? ¿me estabas esperando?
belén.- por supuesto.
su rostro se iluminó.
belén.- uno sesenta.
no, pasá nomás. como le voy a cobrar a mi pasajera preferida.
belén.- mirá que tengo mucha plata. no hay drama.
¿ah si?, bueno, dejá que te mime con un gesto chiquito entonces. aunque seas una millonaria que viene a comprar a avellaneda.
levanté los hombros y le sonreí de costado.
y dejá de sonreírme tan así que tengo que manejar, eh.
pasé hacia atrás, pero no encontré un asiento desde donde pudiese verme. asique me quedé parada contra la puerta. nos miramos hasta que llegué a neuquén y acoyte. acercó el colectivo lo más próximo que pudo al cordón, suavemente. lo volví a saludar con la mano, y por el espejo retrovisor vi que me guiñaba un ojo. en vez de cruzar acoyte, me quedé esperando en la esquina de neuquén, para verlo pasar una vez más, ya que se había puesto en verde. cuando llegó a la esquina me tocó bocina, abrió las puertas delanteras y me saludó feliz: chau morocha. que tengas buen finde, nos vemos.
y yo, por supuesto. me enamoré otra vez.
si este no es el destino, expliquenme qué es.
me di vuelta, pero ya estaba hecho. desde que me levanto a las 6 am los días de semana, los findes no puedo despertarme más tarde que las 8.30, mi vida es un horror.
caminé por el piso descalza y tuve un escalofrío. había llegado el invierno, parecía ser.
me hice unos mates y me senté a leer un libro que tengo que terminar urgente(mente). pero mi mente vagaba por otros lares. de pronto decidí que era un buen momento para ir, finalmente y después de dos años de decir que iría y dar vueltas al respecto, a av. avellaneda a comprarme ropa barata.
odio comprar, odio ir de shopping, odio que haya tres millones de personas, odio a las minas de compras (dios mio flaca, podés ser TAN pelotuda), odio a las vendedoras, odio los probadores, odio sentirme una gorda chancha que los pantalones me aprietan, odio a las modelitas flacas y rubias que se prueban al lado mio, odio todo y más del folcklore de salir de compras, me angustia de solo pensarlo.
pero con esto de que ahora trabajo tantas horas, y en tantos lados, me di cuenta de que no dá ir desarreglada... en realidad, tengo dos mudas de ropa mas o menos decentes, que me las pongo un lunes, las lavo el martes y me las vuelvo a poner un miércoles (de hecho, un alumnito de 1º me preguntó por qué iba siempre a dar clase con la misma remera. le contesté que porque era pobre re pobre y era la única que tenía, pá que aprenda, no sabía donde meterse). si bien la situación en su momento me dio gracia, se ve que me quedó dando vueltas porque hoy, sábado, a las 9 hs me decidí. iría finalmente a avellaneda, daría lo mejor de mi y saldría victoriosa.
me puse una babucha de algodón, me até el pelo y partí. llegando a acoyte y avellaneda vi venir al 172.
y ahí empezó todo.
corrí una cuadra con pocas esperanzas de aclanzarlo, pero el colectivero me esperó.
subí, bastante contenta. me pone de buen humor llegar a la parada y agarrar al bondi sin esperar, más cuando es una gentileza del chófer .. además amo los colectivos en buenos aires, soy una fundamentalista del bondi (los subtes me parecen tan impersonales, el colectivo tiene una mística distinta). más los findes, temprano, que no viaja casi nadie.
intentando cambiar el aire por la corridita, me puse a revolver la cartera buscando la sube. miré al colectivero y le agradecí que me hubiese esperado. me devolvió la sonrisa, y me dijo que no era nada, petisa, que estaba todo bien, que busque tranquila. lo volví a mirar un poco extrañada con la excesiva amabilidad. tendría unos treinta largos, pelo negro, bien cortito. lindo tipo, una camisa a rayas medio abierta y una corbata azul desanudada (como me gustan las corbatas desanudadas). cuando encontré la sube, le indiqué que iba hasta nazca. pagué el pasaje y me senté en la primer fila de asientos dobles que miran hacia adelante, contra una ventana. miré para adelante y vi que, mientras esperaba que el semáforo se pusiese en verde, me miraba por el espejo retrovisor. si hubiese planeado un asiento mejor para quedar en su rango de visión no lo hubiese hecho mejor. me puse colorada y aparté la vista. ¿qué miraba ese tipo? encima yo era una mugre, vestida "de algodón" y con todo el delineado corrido porque ni la cara me había lavado. me puse los auriculares intentando hacerme la desentendida, pero estaba incómoda. en cada semáforo levantaba la vista y lo veía mirándome me solté el pelo y me lo empecé a tocar, como una idiota. es lo único que se me ocurre para hacerme la linda, ya ven. me acomodé el flequillo y me arreglé la remera al escote. de pronto de los nervios me sentí un toque ahogada, además detesto viajar con las ventanillas cerradas, aunque sea invierno. intenté abrirla, pero no solo no pude, sino que me hice mierda el dedo, muy sexy todo. mientras me metía el dedo en la boca para que pare de sangrar levanté la vista apurada, a ver si me había visto, pero miraba concentrado el tráfico. si soy pelotuda, que no se note, pensé. sin embargo, en el posterior semáforo en rojo, el tipo frenó el colectivo, se bajó de su asiento y vino hasta donde estaba sentada.
yo, con los ojos como platos, me aterre; ¿qué hacía este tipo? ¿para que venía hacia mi? todos los pasajeros miraban la escena expectantes. dijo algo, que no escuché, porque estaba con los auriculares, y me abrió la ventana. volvió a decir algo, que tampoco escuché, y lo vi que se reía. mi respuesta fue: si si si gracias (y esperé que no fuese una pregunta), y le sonreí. el también sonrió y volvió a su asiento.
no se si fue porque fue un gesto tan lindo y amable en una ciudad tan grande y desatenta como capital, o qué, pero me sentí de pronto feliz. mientras el frescor invernal entraba por la ventana, lo seguí mirando todo el viaje. en todos los semáforos el tipo me volvía a mirar y me sonreía.
en avellaneda y nazca toqué el timbre para bajarme. lo saludé con la mano y el me hizo una pequeña reverencia con la cabeza. me bajé enamorada, enamoradísima. me encanta enamorarme de lo que no puede ser.
en avellaneda habré estado dos horas. ni el gentío, ni las minas histéricas por comprar que te empujaban, ni las vendedoras mala onda pudieron contra mi felicidad. a todos les sonreía, a todos les agradecía, y a pesar de que estuve una hora caminando sin encontrar nada (digo, nada barato y que no hubiese cola de tres millones de personas para comprarlo) mi animo no decayó. finalmente encontré un lugar (proverbio se llama chicas, para las que son ratonas berretas clásicas como yo) con remeritas normalitas a 20 pé, poleritas de lycra de todos los colores a 30 pe y sweeters de hilo a 50 pe. me gasté 500 pesos feliz y pensé que hasta dentro de 4 años no tenía que hacer más compras. cuando salí, vi en el local de al lado una camperita con lentejuelas negras que en un rapto de caprichismo agudo también me compré, junto con un vestidito negro de algodón que estaba de oferta y una remera con brillitos (si, últimamente estoy muy lentejuelas, bien grassa, me encanta).
feliz de la vida, imaginándome toda vestida con brillos, caminé hasta la parada del 172 que está sobre la misma avellaneda. de fondo, este temón (miren el vídeo por favor, es la cosa mas bizarra que vi en mucho tiempo):
cuando ví venir al 172; dos colectivos al hilo, era mi día de suerte, definitivamente. me subí con un saltito mientras tarareaba el estribillo, con la sube en la mano.
¿cuantas probabilidades hay de volver a encontrarme con el MISMO chófer en el MISMO recorrido en CAPITAL FEDERAL en el MISMO DÍA?. cero, none, niente, never, nada, no, not, nou, jamás. pero ahí estaba.
mi sorpresa se reflejó en la de él cuando me vío. medio me reí.
el también me sonrió.- ¿vos otra vez? ¿me estabas esperando?
belén.- por supuesto.
su rostro se iluminó.
belén.- uno sesenta.
no, pasá nomás. como le voy a cobrar a mi pasajera preferida.
belén.- mirá que tengo mucha plata. no hay drama.
¿ah si?, bueno, dejá que te mime con un gesto chiquito entonces. aunque seas una millonaria que viene a comprar a avellaneda.
levanté los hombros y le sonreí de costado.
y dejá de sonreírme tan así que tengo que manejar, eh.
pasé hacia atrás, pero no encontré un asiento desde donde pudiese verme. asique me quedé parada contra la puerta. nos miramos hasta que llegué a neuquén y acoyte. acercó el colectivo lo más próximo que pudo al cordón, suavemente. lo volví a saludar con la mano, y por el espejo retrovisor vi que me guiñaba un ojo. en vez de cruzar acoyte, me quedé esperando en la esquina de neuquén, para verlo pasar una vez más, ya que se había puesto en verde. cuando llegó a la esquina me tocó bocina, abrió las puertas delanteras y me saludó feliz: chau morocha. que tengas buen finde, nos vemos.
y yo, por supuesto. me enamoré otra vez.
si este no es el destino, expliquenme qué es.
Googlié babucha de algodón a ver qué corno era. Gran historia, publicala acá y lo ubicás al tipo https://www.facebook.com/pages/Linea-172-La-Caba%C3%B1a-SA/204364629574221?fref=ts
ResponderEliminarSi fuera chofer y no chófer, me enamoraba yo también. Grossa historia, y sería re loco que alguien la ponga en ese fasebu y lo vea.
ResponderEliminarO que tenga un blog en el que haiga contado esto mismo.
Y se llame nonoviano.
Y que no sea uno de esos pelotudos que estan 5:30hs comentando blogs
Jaja me encaaaaaaanta, amo a los colectiveros que te alegran el día :)
ResponderEliminarvivis tan cerca de donde vivo y recorres los mismos lugares, calles y bondis que yo, que ahora que me lei tu blog completo en un rato me da mucha intriga saber que seguro te cruce y no te conozco la cara. escribis muy bien, salute :)
ResponderEliminarte entiendo yo también estoy enamorada de un colectivero y ahora estamos como de novios es tan lindo estar así
ResponderEliminarel tiene 12 años mayor que yo pero para el amor no hay edad bueno saludoss :D
Holaa! Yo me enamoré de un chofer del 57 aunque hay una diferencia de edad de 29 años (tengo 21 y el 50). En un principio simplemente me caía bien pero un día de pronto y no se por que me comenzó a llamar la atención. No hacia nada raro, nuestro trato hasta ese entonces era solo "Hola" cuando subía y "Chau" cuando bajaba. Un día tuve que hacerle una consulta por el descuento para estudiantes universitarios. Al próximo viaje me pregunto si había conseguido colectivo después (tenia que tomar 2 colectivos para volver a casa). Unos días luego me pregunta que habia pasado con el carnet de descuento y le conté. Cuando estaba por bajar en la terminal me pregunta "Yyy como te va en la universidad?"... De ahí se empezó a hacer costumbre quedarnos charlando luego de llegar a la terminal. El cuatrimestre terminó en Julio y no lo vi más (Vivo en Navarro donde no llega el 57). Unos días antes lo había encontrado en el face después de que me preguntara cómo buscarme pero la solicitud se la envié recién en octubre porque había comenzado a extrañarlo muchísimo y sentía necesidad de tener una conversación con el aunque sea por escrito. Me aceptó y al mes me pasa su número jajajaja ahora nos mandamos por whatsapp también jajajaja pero lo extraño de todas formas, me encantaba charlar con el, me hacia feliz para toda la semana o hasta el próximo viaje al menos... Tan feliz que nada me parecía fastidioso y si algo me fastidiaba, me reía..... Quedaba re pelotuda jajajajajajajaja
ResponderEliminarLo veía y empezaba a temblar, se me hacia una sonrisa enorme, me ponía un poco nerviosa y empezaba a tartamudear... Me manda algún mensaje y me pasa lo mismo solo que no tartamudeo jajajaja
Y en la terminal cuando se iba, nunca faltaba alguien que quedaba mirándome como si hubiese estado sacrificando cabras jajajajaja aaahh que lindo cuatrimestre fue ese :')
Saludos!
me paso lo mismo con un colectivero del 172, hace un mes, y todavia no lo puedo olvidar, es castaño con ojos claros y tiene una foto con una nena arrriba del vidrio, como lo tengo en mi cabeza google choferes del 172 y me encontré con este blog.
ResponderEliminarq loco..
Hermosa Historia, realmente.. me identifica totalmente, pero con un chofer de la Línea 624, tambien de la cabaña.. (linea que circula por provincia) es de esos amores que existen, que resurgen en cada encuentro casual y coincidente, que te dan ganas que el viaje que haces no se acabe nunca... amores que existen, pero que nunca serán.. Gran Historia!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
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