me siento en la cama con el pliegue de las rodillas contra el colchón. balanceo mis pies que no llegan al piso. el viento sopla fuerte por la ventana y trae el gustito lindo de la noche silenciosa. un perro ladrando monotonamente de fondo hace el silencio mas profundo. creo adivinar el sonidito de las olas que hace el viento en la pileta. el acolchado celeste es el mismo. la computadora vieja viejisima, y el televisor de 14 pulgadas también. es gracioso que en esta casa todo sea bueno y de calidad, pero la tecnología nunca llegue. hay cosas más importantes, dice la tía. y tiene razón. se nota en los enchufes. la casa esta repleta de los enchufes de dos patas con la entrada redondita, ¿ubicás?, solo hay uno de los modernos en el comedor. esas dos putas patas redondeadas que me sonríen desde todas las paredes impiden que enchufe el cargador de la cámara, el secador de pelo, la planchita, el cargador del celular... todo hay que ir a enchufarlo al comedor (y hacer cola, porque hay otras 4 personas que enchufan sus cosas ahí también). la misma empleada de siempre viene a levantar las tazas de la mesa. acá la gente desayuna y deja las tazas en la mesa. no tienen ese tic mio de levantar todo. la mesa siempre despejada nena, decía mi mamá. y todo sigue como siempre. las tazas en la mesa, los enchufes viejos, la poca tecnología, mis patas que no llegan al piso cuando me siento en la cama, el acolchado. todo como antes.
menos nosotros, pienso. me acuesto en la cama y miro el techo, buscando formas en los dibujos de la madera. como cuando era chica. pienso en las veces que mi vieja se acostó en esta misma cama, que miró ese mismo techo. todo está igual a cuando estabas vos.
sin vos.
cierro los ojos y evito pensarte.
el viento golpea con furia los postigos.
vos odiabas el viento, como la mayoría de la gente. como casi todos los que habitan la patagonia.
a mi el viento siempre me gustó. un poco por contrera (así salí peronista de un hogar sumamente radical), un poco por identificación. el viento huracanado es parte de mi, de mi personalidad. se levanta de pronto, no avisa nada, golpea con furia en los vidrios y las persianas, levanta tierra, saca a la luz la mugre, agita a los árboles. es desazón, imprevisibilidad, enojo sorpresivo. soledad.
el viento patagónico siempre fue buena compañía para mi.
la mejor, después de vos.
No hay caso; esto de vivir en el Once y encontrar adaptadores para todo tipo de enchufes me mató la vena poética.;)
ResponderEliminarEn serio, muy, muy bello. Un abrazo.
es que si fuese mi casa ya hubiese comprado un adaptador para cada enchufe. pero acá son asi, viste.
Eliminargracias bob. abrazo.
El viento fresco es lo más. El verano es bueno solamente para la playa, para las cosas cotidianas prefiero el invierno toda la vida. Que calorcito que hace en Baires, toda escapada es buena.
ResponderEliminarSaludos!
Bellis
beso che.
EliminarMe gusto. Buen año Belén, te sigo leyendo aunque no te escriba nunca.
ResponderEliminargracias ale. que lindo que me sigas leyendo. que lindo que me escribas cada tanto. besote.
EliminarEn Los suicidas del fin del mundo se dice que la culpa de los suicidios patagónicos está repartida 50 y 50 entre el viento y el menemato. Ese es el lado malo.
ResponderEliminarHay un blog muy lindo que se llama de cara al viento y habla de la relación de 3 tipos con las olas, el viento y el frío del mar, sucundum shalala. Ese es el lado bueno.
¿hay más suicidios en la patagonia que en otros lugares? no creo.
Eliminares una gran cosa, el viento. en serio.
a mi siempre me gusto el viento, ver como mueve las hojas, las sacude y las saca de su estado de inercia... me gusta que me despeine, que me refresque la cara... me gusta el hecho de luchar con el cuando de tan fuerte que es me impide abrir los ojos... y cuando a mi favor me gusta que me lleve.. amo el otoño porque llueven hojas y juega a atrapar alguna... pero mas me gusta porque a pocos les gusta
ResponderEliminaraguante.
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