volvía del laburo (trabajo los sábados a la mañana, mi vida es horrible). había salido tarde a las 7 am y no pude desayunar. eran las 15 hs y me sentía a punto de desfallecer (gorda no desayuno es lo peor que te puede pasar). en esas andaba cuando pasé por enfrente de una verdulería y vi una super oferta de uvas, dos kilos a 20 pé. como gorda (y judía) 4ever, me paré y me compré dos kilos. caminé 3 cuadras pensando que estaba a 7 de mi casa, que debía esperar para lavarlas debido a la mugre, a la suciedad, al herpes, al sida, al cáncer, pero no pude. de a poquito, metía la mano disimuladamente, hacía rodar la uva entre mis dedos para creerme de que con eso eliminaba toda potencialidad mortal y me la metía a la boca.
con la primera hice un ricuts de disgusto: era de esa clase de uvas repletas de semillas, mierda.
pero como gorda no desperdicio comida ante todo y ademas gorda super barata a punto de desfallecer de inanición, seguí comiéndolas, sacando discretamente las semillitas de la boca con mis dedos. a las dos cuadras me cansé y empecé a escupirlas, desarrollando excelentes habilidades. no era una escupida pedorrita, sino más del tipo proyectil. ojo, eh, sin saliva ni nada, porque ante todo una dama, solo escupía la semillita.
a las dos cuadras había desarrollado una técnica perfecta. venia super divertida con eso, medio moviendo las manitos y los pieses con este tema de fondo
cuando hice un super lanzamiento que voló como dos metros y le pegó justo a un cartel pegado en un árbol. me felicité a mi misma, emocionadisima por mi triunfo, cuando escuché un silbido de sorpresa.
me saqué un auricular, y lo miré. me mira. lo miro. nos miramos (se entiende, ¿no?).
- finísima, eh
comentó, risueño.
- como canapé de mondongo
le contesté, rápida de reflejos.
su carcajada fue sincera. me envalentonó, asique me acomodé el flequillo. era un hombre grande, de unos 40 años, pero estaba bastante bien. le dediqué mi mejor sonrisa y renaudé mi camino.
a los tres pasos, escuché: si tuviese diez años y dos hijos menos, me voy con vos, enana.
y me hizo esta tarde fresquita de invierno mucho más amena.
con la primera hice un ricuts de disgusto: era de esa clase de uvas repletas de semillas, mierda.
pero como gorda no desperdicio comida ante todo y ademas gorda super barata a punto de desfallecer de inanición, seguí comiéndolas, sacando discretamente las semillitas de la boca con mis dedos. a las dos cuadras me cansé y empecé a escupirlas, desarrollando excelentes habilidades. no era una escupida pedorrita, sino más del tipo proyectil. ojo, eh, sin saliva ni nada, porque ante todo una dama, solo escupía la semillita.
a las dos cuadras había desarrollado una técnica perfecta. venia super divertida con eso, medio moviendo las manitos y los pieses con este tema de fondo
cuando hice un super lanzamiento que voló como dos metros y le pegó justo a un cartel pegado en un árbol. me felicité a mi misma, emocionadisima por mi triunfo, cuando escuché un silbido de sorpresa.
me saqué un auricular, y lo miré. me mira. lo miro. nos miramos (se entiende, ¿no?).
- finísima, eh
comentó, risueño.
- como canapé de mondongo
le contesté, rápida de reflejos.
su carcajada fue sincera. me envalentonó, asique me acomodé el flequillo. era un hombre grande, de unos 40 años, pero estaba bastante bien. le dediqué mi mejor sonrisa y renaudé mi camino.
a los tres pasos, escuché: si tuviese diez años y dos hijos menos, me voy con vos, enana.
y me hizo esta tarde fresquita de invierno mucho más amena.