plaza miserere es uno de los lugares mas feos que conozco. sobre todo a las seis de la tarde cuando la gente que va y viene es cada vez más y se golpea entre si, apurada y autómata. los olores, mezclados entre si, son todos penetrantes. el olor a chorizo y basura de hace días se confunde con el de meo y me hacen sentir nauseas. las palomas te siguen, incansables y mugrientas. no solo estamos ahí la gente rota, las que vamos y venimos de trabajar y escondemos celosamente nuestras miserias del ojo ajeno, sino también los otros, que de tan rotos se rompieron para afuera y uno puede ver los pedazos de todo saliendoseles de adentro; ellos ya no se molestan por fingir, deambulean entre nosotros perdidos. las formas típicas de distracción que utilizamos cotidianamente para no verlos, mirar para otro lado o cruzar la calle, en la plaza no funcionan. son muchos y estan por todos lados. te piden monedas te piden comida te agarran del brazo buscan que los mires, los rotos deambulean de forma semejante a las palomas y vos ahí, parado entre multitudes ajenas esperando esperar. los vendedores ambulantes, atareados, empujan a los rotos peleando por el mismo publico, y se te acercan acaso mas desesperados buscando con ansiedad que les compres medias, pañuelos, chicles o porta tarjetas.
el olor se hace insoportable, la mugre se acumula por la desidia y de fondo una alarma suena intermitentemente. la fealdad es tanta y está por tantas partes que se me estruja el pecho, me pega en la jeta como cachetazo. desde chiquita odié la fealdad, cerraba los ojos cuando veía algo que no me gustaba hasta que los ojos me dolían de tanto apretar, deseando que todo lo feo del planeta tierra desaparezca ante mi obstinación por no ver.
abrí los ojos confirmando que el truco ya no funcionaba. miré hacia arriba, único lugar que me permitía mirar sin mirar aquello, y el sol se estaba poniendo. el atardecer le daba al cielo un anaranjado especial que contrastaba con las nubes grisaceas. todo estaba enmarcado en las ramas desnudas de un par de árboles.
cuando volví a bajar la vista, ya estaba bien.
el olor se hace insoportable, la mugre se acumula por la desidia y de fondo una alarma suena intermitentemente. la fealdad es tanta y está por tantas partes que se me estruja el pecho, me pega en la jeta como cachetazo. desde chiquita odié la fealdad, cerraba los ojos cuando veía algo que no me gustaba hasta que los ojos me dolían de tanto apretar, deseando que todo lo feo del planeta tierra desaparezca ante mi obstinación por no ver.
abrí los ojos confirmando que el truco ya no funcionaba. miré hacia arriba, único lugar que me permitía mirar sin mirar aquello, y el sol se estaba poniendo. el atardecer le daba al cielo un anaranjado especial que contrastaba con las nubes grisaceas. todo estaba enmarcado en las ramas desnudas de un par de árboles.
cuando volví a bajar la vista, ya estaba bien.
Once es un lugar horrible. Trabajo atrás de la plaza desde el 2011 y el amontonamiento y la mugre y todo ese olor horrible me volvieron una persona un poco más triste. Sin embargo, cuando cruzo la plaza por el medio, hay algo que se me distiende un poco. Calculo que en relación a las veredas intransitables de Pueyrredon, Miserere al mediodía es un poco de cielo y la posibilidad de respirar menos asfixiada. Aunque no le quite lo feo. Pero capaz uno aprende a encontrar pequeñas bellezas en los mundos en los que tiene que vivir diariamente sin chance.
ResponderEliminarMuy gráfica descripción y si me ha tocado transitar la plaza.. a esas horas pero muchas veces tambien de noche, que es otra historia. Buena foto tambien, saludos
ResponderEliminarBelén: Suerte para vos que podés cerrar los ojos y eludir la plaza la mayor parte del tiempo. Yo vivo a dos cuadras de ahí desde hace 15 años y no me resulta tan fácil. En una época tenía que cruzarla todos los días (ahora mucho menos) y la cosa fue empeorando en los últimos años.
ResponderEliminarAún así, no veo reflejados en tu post algunos aspectos, como los chicos que juegan en la parte parquizada, los pintores de aerosol callejeros, los espectáculos humorísticos a la gorra y los predicadores evangelistas. A propósito de estos últimos, me parece interesante notar que hace diez años se congregaba bastante gente a escucharlos y hoy hablan hacia el vacío total. ¿Ves que no todo es negativo?.
Después del desastre de Cromañón, empecé mi primer blog, con el proyecto de hacer una especie de "diario" del barrio, pero no lo mantuve mucho tiempo. En uno de los primeros posts hay un link a la nota que publiqué a los dos días del desastre. http://elonce.blogspot.com.ar
Es cierto: los evangelistas y demás no juntan gente, pero los "humoristas" peruanos sí. Y son de terror.
EliminarPor suerte, la autora no debe viajar en tren ni esperar el colectivo que ¿reemplaza? al tren junto a los baños "químicos".
(De los errores no voy a decir nada, para que no te enojes)
Los atardeceres hermosos en la ciuda de la furia nos recuerdan como logramos convertir un lugar hermoso en la sala de emergencia de una sociedad que se desangra. Qué la vamo'a hacer.
ResponderEliminarEsa plaza es una garcha
ResponderEliminarExcelente relato. Tenés que juntar varias cosas de las que subís al blog, y editar un libro. No sale tanto. Y vos valés la pena! Con el empuje que le darías por facebook, por ejemplo, estoy segura que venderías varios libros. Decidite!
ResponderEliminarHola, la verdad es un lugar medio bajón. Pero quiero decirles a los comentaristas indignados:
ResponderEliminarLas plazas de casi todas las estaciones de trenes de grandes ciudades del mundo son sitio de rejunte de la marginalidad y hay personajes extraños, mugre, drogadictos tan flacos que parecen piel y hueso (yonkis), prostitutas y cirujas. Nombro solo un par; Praga estación principal de buses (y su plaza), Milano Centrale, Napoli Centrale (peor), Hamburg Haupthbahnhof, etc, etc ,etc. Y no quiero imaginarme como serán la de otros países más pobres... Yo les nombro las de los países "avanzados" para que se den cuenta de que "no es acá que está toda la mierda" como nos hacen creer.
Saludos
Sofia
Hermoso, hermoso. Pero no pretendan que este sea un catálogo de Once, una descripción naturalista, un panfleto. No lo es, por suerte. Es algo mucho más hermoso. Gracias por recordarnos que el cielo está ahí para ayudarnos, pero nunca para evadirnos.
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