hoy venia sintiendo lástima de mi misma en el subte. tenía frío, muchos parciales amontonados, estaba sola (y no solo eso, sino que el vagón estaba lleno de parejitas felices, malditos ellos) y me había peleado con un amigo.
mi instinto virginiano estaba a pleno, la vida me maltrataba constantemente. no era justo, no.
entre el ruido del subte y un tema de los redondos que intentaba captar la atención de mi oido, escuché la risa contagiosa de un nene. levanté la vista y encontré a un liliputiense de unos 6 años jugando esos juegos de mano (bananero, ba-na, olé olé) con una mujer. al lado un hombre reía al compás del niñito intentando aprenderse la canción. cada vez que el liliputiense ganaba, hacía un bailecito casi coregrafiado y exclamaba: ahora me salió mejor ¿no?.
ambos le sonreían con las sonrisas mas grandes del mundo mundial, afirmando la victoria. el liliputiense daba un giro y empezaba el jueguito con la mujer de vuelta. la desenvoltura y simpatía del pequeño hizo que me percatara varios minutos tarde de que ambos eran ciegos.
de la mano de esta revelación llegó la certeza de que a veces puedo ser demasiado pelotuda.
mi instinto virginiano estaba a pleno, la vida me maltrataba constantemente. no era justo, no.
entre el ruido del subte y un tema de los redondos que intentaba captar la atención de mi oido, escuché la risa contagiosa de un nene. levanté la vista y encontré a un liliputiense de unos 6 años jugando esos juegos de mano (bananero, ba-na, olé olé) con una mujer. al lado un hombre reía al compás del niñito intentando aprenderse la canción. cada vez que el liliputiense ganaba, hacía un bailecito casi coregrafiado y exclamaba: ahora me salió mejor ¿no?.
ambos le sonreían con las sonrisas mas grandes del mundo mundial, afirmando la victoria. el liliputiense daba un giro y empezaba el jueguito con la mujer de vuelta. la desenvoltura y simpatía del pequeño hizo que me percatara varios minutos tarde de que ambos eran ciegos.
de la mano de esta revelación llegó la certeza de que a veces puedo ser demasiado pelotuda.
iba a hacer un comentario lugarcomunero tipo "no hay peor ciego que el que no quiere ver"... pero no me da el pinet.
ResponderEliminarimagino el tamaño de la criatura, para que amerite que vos la llames "liliputiense".
y si, a veces todos podemos ser y somos demasiado pelotudos
Hola Ailen , muy bueno lo tuyo, es meritorio el laburo que lleva hacer caminar las letras por las tabas hasta la compu, en fin , es alucinante sorprenderse ( valga la redundancia) y es alucinante no ver la falta sino la presencia, no pasa seguido , disfrutalo cuando te pase, los boludos son los que justifican la gracia con una desgracia, bue... me fui al mierda , besos de tu viejo amigo, saluuu.
ResponderEliminar